lunes, 10 de diciembre de 2007

2007-11-28 - Análisis de Mateo 19, 14 de Miguel Gomes y su relación con otros textos

Dejan a esos niños vengan a mí y no le impidan que vengan

a mi, porque el Reino de los Cielos es de los que se asemejan a los niños

Mateo 19, 14.


Los cuentos cortos son recursos literarios empleados por muchos escritores para desarrollos “incompletos” de historias, pero con suficiente información para la imaginación del lector. En el caso de Mateo 19, 14 de Miguel Gomes, la historia queda inconclusa para el personaje principal quien es atacado por niños y huye como un animal despavorido, trepando un árbol y manteniéndose allí a salvo, por los momentos; queda entonces de parte del lector imaginarse qué le ocurrirá luego a este actor, y dependiendo de su conciencia, éste será o no alcanzado por los niños y devorados por ellos o si tendrá un final alternativo.


La historia se inicia con la frase “Los niños”1 haciendo entonces referencia tanto al pasaje bíblico como a los hechos que han de suceder. Si bien los textos no entonan ni pronuncian sus palabras directamente, si no a través del lector que lo disfruta, esta frase deja en mi un tono de complicidad respecto a lo que sucederá, como si al decirla supiera de lo que son capaces y no quisiera advertir a esta víctima de la pureza infantil de lo que pueden hacerle. En ese momento se nota que la ingenuidad no es la característica de estos infantes, mas lo es del adulto que tratando de hacer una buena acción es atacado en respuesta. El reflejo de esta simplicidad en la obra viene dado por la frase: “con toda la violencia que no cabía esperar en ellos”[1], lo que demuestra la falta de conciencia del adulto, que en su afán de conocer todo lo que lo rodea, ha dejado de lado el conocimiento de aquellos que lo acompañan, dejando a un lado las posibilidades de entenderse a sí mismo antes que al mundo en su derredor.


Es esta simpleza la que convierte a este personaje en Penteo, el rey de Tebas de la tragedia Las bacantes de Eurípides, quien luego de clamar que el culto a Dioniso era una afrenta a Grecia es castigado por el dios a través de su madre, quien en estado dionisíaco junto a las demás mujeres tebanas derriban el árbol en que se encuentra y a fuerza de golpes y zarpazos le arranca la cabeza Ágave, su madre. La principal semejanza entre Penteo y nuestro personaje es que no consideraban como peligrosos los seres considerados socialmente como débiles, las mujeres y los niños.


Sería muy atrevido asegurar que, tal como hizo Penteo, nuestro personaje se atrevió a blasfemar ante algún dios menor, sin embargo, cabe la sospecha de que las hecatombes que les rindiera a los niños no fueron suficientes y por esto él fue atacado de forma tan brutal. Podemos verlo como el heladero que pasea normalmente los domingos por las calles de los pueblos ofreciendo helados, el cual no ofrece nada a los niños, salvo en esta única ocasión.

También la historia nos muestra semejanzas con el final de El perfume de Patrick Süskind, donde Jean-Baptiste Grenouille es devorado por una multitud hambrienta del deseo de perfección que emanaba el perfume. En el caso de nuestro personaje, la multitud de niños enardecidos quiere comérselo, despedazarlo, como si al hacer eso, eliminaran del mundo esa ingenuidad, esa simplicidad de espíritu. En ese momento los niños están desahogando la frustración de generaciones ante los adultos, el fracaso al tratar de hacerse entender, de lograr que éstos entiendan el motivo de sus juegos y la necesidad de los mismos, que participen en ellos al mismo nivel de los infantes y no como los adultos que son, recuperando esa percepción más simple del mundo.

Esta multitud de niños son el reflejo del contacto directo del hombre con su lado animal, ya que no han sido moldeados por la sociedad aún. Tal como dice Siun Tseu, “la naturaleza humana es mala y lo que hay de bueno en ella es elaborado”[2], por lo que estos infantes que no han tenido educación no han podido desarrollar en sí mismos los conceptos éticos y morales necesarios para la creación de una conciencia que les permita distinguir entre lo “bueno” y lo “malo” y que les forme en cuanto a los valores que no poseen.

Similar a la reacción de cualquier persona ante una jauría de perros rabiosos o ante una estampida de animales salvajes, nuestro personaje sintió miedo, un miedo profundo que lo movió a escalar el primer árbol en su camino:

El grupo, cada vez mayor, cada vez más incontrolable y enardecido, infundió en mí tal terror que acabé emprendiendo la huida.

No supe cómo, pero en pocos minutos lograron acorralarme. Sin otra escapatoria posible, subí apresuradamente a uno de los árboles que encontré, en mi camino. Demasiado enfurecidos, los niños no lograban alcanzarme.1

Pero el mayor motivo de pánico corresponde al constante intento de atacarlo, desde el piso:

El silencio habría sido total si no se dejara escuchar, persistente, hostil, el chasquido escalofriante de sus dientes.1


Como un perro intentando atacar a un gato en un árbol, lanzado dentelladas al aire, tratando de alcanzar el trozo de carne fresca, tratando de devorar a su rival natural. Recordamos entonces lo mencionado anteriormente sobre la incapacidad de los mayores de comprender el lenguaje infantil de los juegos y acciones, más allá de la visión adulta y moderna que poseen; es bajo esta visión que se vuelven en los rivales de los niños, ya que son éstos las víctimas de los constantes ataques y castigos, de la falta de permiso y reprimenda por las acciones.

En último lugar queda, luego de una nueva lectura, se refuerza la visión animal de los infantes, junto con la desesperanza de los mayores ante la fuerza de los niños defendiendo su posición, como si fuera la venganza final por todas las veces en que fueron castigados sin sentido, obligados a estudiar y apartados de los juegos, para que sufra en carne propia la tristeza y el miedo de que la fuerza bruta imparte, sintiendo vivamente los escarmientos recibidos anteriormente, cuando eres enviado a tu cuarto sin derecho a nada o eres vapuleado, sabiendo que no cometiste la falta. Esta vez, la reprimenda sí tiene motivo: sancionar años de acciones injustificadas, escudando así los excesos.


[1] Miguel Gomes. Visión memorable (1980-1985). Fundarte. Pág.: 18.

[2] http://www.ugr.es/~eirene/eirene/eirene12cap2.pdf

miércoles, 28 de noviembre de 2007

2007-11-28 - Examen I de Literatura Latinoamericana I

2. ¿Qué caracteriza o define al “canto kechwa”? Intente una definición reflexiva o argumentativa.

Los cantos kechwa presentados por José María Arguedas en Canto kechwa son veintiún canciones recogidas en la sierra, tanto de su conocimiento como de otros músicos serranos, y traducidas por él, aunque no son una traducción literal si no, mas bien “versiones poéticas”1.

La principal característica del canto kechwa es lo hondo de los sentimientos presentados, sobre todo al reflejar la tristeza que los embarga, por ser un pueblo oprimido social, política y económicamente. El quechua como lengua permite expresar lo más hondo de los mestizos, con una cercanía que el español no les ha permitido desarrollar aún, tal como lo expresa el mismo Arguedas en el Prólogo de Canto kechwa:

Los que hablamos este idioma sabemos que el kechwa supera al castellano en la expresión de algunos sentimientos que son lo más característico del corazón indígena: la ternura, el cariño, el amor a la naturaleza.

El kechwa logra expresar todas las emociones con igual o mayor intensidad que el castellano. Los mismos principales, despreciadores del indio, cuando sienten una gran emoción dejan el castellano para hablar en kechwa, y en ese rato se desahogan con más violencia, como quien habla con sus propias palabras.[1]

Además de esto, los cantos kechwas presentados, según el propio Arguedas:

…demostrar que el indio sabe expresar sus sentimientos en lenguaje poético; demostrar su capacidad de creación artística y hacer ver que lo que el pueblo crea para su propia expresión, es arte esencial.1

Los cantos kechwas son la muestra de la capacidad artística de los indígenas peruanos, tanto a nivel musical como poético, representando a través de su lengua la naturaleza que los rodea y las vivencias de los indios y mestizos. El quechua que se presenta en la obra, tal como lo indica el propio autor, ha sido “enriquecido con palabras castellanas”1, haciéndolo más mestizo y fuerte, a la vez. Además, la selección presentada refleja los sentimientos de opresión que sienten los indígenas que cantan los waynos, ya que el dolor y el pesar que sienten es muchísimo más fuerte ya que la sensibilidad de ellos se vio muy atacada por los españoles en la conquista y durante la colonia. Sin embargo, el que se haya mantenido su lengua y cultura, aún un poco disuelta por la cultura europea que la rodeaba, muestra la fuerza y coraje de los serranos y mestizos que conforman la indiada de la que constantemente habla Arguedas en sus textos.



[1] José María Arguedas. “Prólogo a Canto kechwa” en Suplementos Anthropos, volumen 31, página 28.

4. Elabore una noción del barroco literario teniendo en cuenta el ensayo de Octavio Paz “Una literatura trasplantada” (en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe), los fragmentos ofrecidos en clase y los libros citados en ese mismo material.

El barroco es un estilo artístico caracterizado por la “falta de reglas”[1], su “desmesura” y “extravagancia”, que influenció la escultura, pintura y literatura de las naciones europeas donde la Iglesia Católica tenía bases sólidas en el período de la Reforma durante los siglos XVI y XVII, y fue utilizada por ella como medio propagandístico en su favor. El barroco llega a América a través de España durante la Colonia y es donde tiene un mayor auge artístico.

La literatura castellana viajó en el siglo XVI; trasplantada a tierras americanas, su arraigo fue lento y difícil. El proceso de adaptación de la literatura castellana en México y Perú fue diferente al del resto de América. No me refiero únicamente a la celeridad con que los virreinatos de Nueva España y Perú se convirtieron en sociedades ricas y complejas con centros urbanos de primera magnitud como México y Lima, sino a la existencia previa, en ambos países, de altas civilizaciones.[2]

La literatura barroca americana tiene como modelo a los grandes escritores españoles del siglo XVI, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Góngora y Calderón de la Barca; pero son los mestizos americanos los que logran exaltar al barroco fundiendo no sólo las formas irregulares del estilo, si no incluyendo la naturaleza, historia, sociedad y vida las metrópolis coloniales, logrando una escritura excelsa, adornada y se convierte en “la estética de la extrañeza”3:

Su meta era asombrar y extrañar, por eso recogía todos los extremos (…). En este amor por la extrañeza están tanto el secreto de la afinidad del barroco con la sensibilidad criolla como la razón de su fecundidad estética. Para la sensibilidad barroca el mundo americano era maravilloso no solamente por su geología desmesurada, su fauna fantástica y su flora delirante sino por sus costumbres e instituciones peregrinas de sus antiguas civilizaciones (…). Respiraban con naturalidad en el mundo de la extrañeza porque ellos mismos eran y se sabían seres extraños.[3]

Pero el barroco literario no aparece en América en el siglo XVI para desaparecer posteriormente sin dejar rastro, al contrario, encuentra en los escritores americanos tierra fértil para evolucionar también. Ya en el siglo XX, con el advenimiento de la vanguardia, comenzaron las comparaciones entre el Romanticismo y el Barroco y, más importante aún, entre la Vanguardia y el Barroco.

La coincidencia entre la poética barroca y la vanguardista no procede de una influencia de la primera sobre la segunda sino de una afinidad que opera tanto en la esfera intelectual como en el orden de la sensibilidad. El poeta barroco quiere asombrar y maravillar (…). El poeta barroco quiere descubrir las relaciones secretas entre las cosas (…). Estos parecidos resultan aún más extraños si se piensa que el barroco y la vanguardia tienen orígenes muy distintos: uno viene del manierismo y la otra desciende del romanticismo.[4]

Por lo tanto, el barroco literario es la suma de corrientes diversas convirtiéndose en un estilo único de gran importancia para los escritores latinoamericanos. Conjuga las diferencias personales, sociales y de naturaleza de los individuos con la magnanimidad de los recursos naturales que los rodean y el espíritu diferente de los nacidos en esta tierra para crear un estilo literario permanente, al que recurren otros para complementarse y nutrirse.



[1] Arnold Hauser. Historia social de la literatura y el arte. Madrid, Ediciones Guadarrama, 1969.

[2] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 70.

[3] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 85, 86.

[4] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 79.

sábado, 24 de noviembre de 2007

2007-10-22 - Análisis de dos textos de José María Arguedas

José María Arguedas, autor de obras trascendentales en la literatura peruana y latinoamericana en general, precisa en el prólogo de Dioses y hombres de Huarochirí[1] las múltiples deficiencias de las traducciones al español de los cantos quechuas hechas por Ávila previamente, pero la más notable es la carencia del sentimiento quechua en las palabras españolas empleadas. Este tema es tratado en múltiples ocasiones por Arguedas a lo largo de su vida, pero se hace evidente en el texto Entre el kechwa y el castellano, la angustia del mestizo[2], cuando dice:

Pero vino otra gente con otro idioma, otro idioma expresión de otra raza y de otro paisaje. Con este idioma hicieron, tanto tiempo, mala literatura, los hombres nacidos en este lado del Perú.2

Si hablamos en castellano puro, no decimos ni del paisaje ni de nuestro mundo interior; porque el mestizo no ha logrado todavía dominar el castellano como su idioma y el kechwa es aún su medio legítimo de expresión.2

Al leer detenidamente Acerca del intenso significado de dos voces quechuas[3] se observa un claro sentimiento al referirse al sentido y alcance de ciertas partículas empleadas en las palabras quechuas.

La terminación quechua “illu” es una onomatopeya. “Illu” representa en una de sus formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo; música inexplicable que surge del movimiento de objetos leves.3

A raíz de esto, la relación entre las lecturas de Arguedas mencionadas se puede ver como la importancia del mestizaje de la lengua castellana con el quechua para la representación de la vida del hombre de la sierra en el Perú, de tal forma que sea posible que sus tradiciones, cantos e himnos puedan ser traducidos del idioma original sin que pierdan su sentimentalismo y sensaciones al pasar al español.



[1] Dioses y hombres de Huarochirí. Traducción y prólogo de José María Arguedas. México, Siglo XXI.

[2] Entre el kechwa y el castellano, la angustia del mestizo. José María Arguedas, Suplementos Anthropos, volumen 31, página 62.

[3] Acerca del intenso significado de dos voces quechuas. José María Arguedas, Suplementos Anthropos, volumen 31, página 74.

2007-11-21 - La belleza de la realidad, o ¿la realidad de la belleza?

La belleza es un concepto antiquísimo que se basa en la sublimación de los sentidos, sin detallar sobre los cánones de belleza de cada persona, cada uno de nosotros puede ver algo hermoso hasta en el peor hecho de violencia o en la flor más deforme, hay incluso quienes prefieren una mascota con cierto defecto por considerarlos de igual forma hermosa. Desde entonces, sobretodo durante el período greco-latino y el Renacimiento, el arte se ha dedicado a plasmar el mundo que lo rodea a través de los ojos del artista, bien sea en una pintura, escultura o, en la actualidad, a través de los medios audiovisuales.

Sin embargo, qué es lo que nos causa placer? ¿La belleza de la realidad o a través del arte huimos de la realidad de la belleza? Si bien el mundo que nos rodea, sobretodo la naturaleza exótica que brinda nuestro país, está compuesto por maravillas vegetales, animales y geográficas, todas son relativas al ojo que las estudia. Un ejemplo evidente, ¿acaso la obra de Manuel Cabré es más hermosa que la imponente figura del Ávila ante nuestros ojos a diario? Nunca una obra puede sobrepasar la belleza del objeto real que es representado, salvo que los ojos que vean al mismo lo hagan con un detalle mayor o resaltando en ella aquello que exalta sus sentidos.

La mujer más hermosa no siempre es aquella con la mejor figura o la más inteligente, si no la que sabe jugar tanto con sus virtudes y sus defectos haciendo que exista una armonía entre todos y dándole al ojo espectador el deleite que éste espera, bien sea en el atuendo, en su modo de caminar, hablar o actuar. Es por esto que actualmente las mujeres que se han convertido en íconos de belleza no están en sus veintes si no ya sobrepasaron los cuarentas, tienen cuerpos fabulosos y manejan negocios como los mejores, tal es el caso de Demi Moore o Mónica Bellucci. ¿Cómo negar la belleza de un infante, no importa su raza o si tiene algún defecto físico? Sus ojos redondos, su sonrisa y esa mirada de descubrimiento a cada cosa que le aparece son de los rostros más hermosos que pueden verse.

Si bien la simetría favorece la armonía de lo visual, para muchos lo hermoso está en lo asimétrico, en lo distinto y lo raro; el “príncipe Negro”, por ejemplo, es a mi juicio una de las rosas más hermosas que hay, pero siempre es la rosa roja el símbolo de la belleza y la hermosura, para la mayoría. Es por esto que aquellos con gustos únicos deben su fascinación a aquellos similares, por encontrarlos hermosos ante sus estándares.

El David de Miguelángel es la muestra del cuerpo masculino perfecto y, sin embargo, el observar un hombre en su desnudez con los músculos marcados en su cuerpo, sin mayores detalles o cicatrices es simplemente un reflejo del gusto del observador, ya que cada uno encontrará la belleza en las partes del cuerpo que le brinden una mayor excitación a sus sentidos. Quizás su espalda, su mirada o su mentón sean los objetos del deseo que esta espectadora encuentra más hermosos en la anatomía masculina.

2007-11-19 - La metaficción presente en Julio Cortázar

Se entiende por metaficción al uso de una doble ficción dentro de un texto literario; este estilo además presenta ciertas variantes donde se intercambian los papeles del escritor, narrador y personajes, entrelazando las historias y develando realidades ficcionales en cada una de sus intervenciones.

En el caso de Continuidad de los parques, el personaje principal se destaca a sí mismo a través de la lectura de una novela, la cual ha llenado su tiempo y de la que ha tenido que separarse por motivos laborales, pero que encuentra nuevamente una vez solventados estos asuntos. Desde una perspectiva superficial, éste hombre sentado en su sillón verde lee en su novela una historia similar a la suya, siendo la principal sorpresa del lector la semejanza que plantea Cortázar entre nuestro personaje de novela y este segundo personaje de novela aparecido dentro del texto. Esta metaficción o superposición de realidades se ve acompañada a su vez por un trasfondo más hondo, que simplemente refleja nuestra naturaleza humana, la necesidad de vernos reflejados en lo que nos rodea; la necesidad de encontrar una parte de nosotros dentro de los libros que leemos, las películas que vemos y la música que escuchamos, ya que si no tienen algo de nosotros, sencillamente no puede perturbarnos su existencia y pasan desapercibidas completamente.

Pero Cortázar tiene la característica de situarnos en ciclos infinitos con cierta regularidad, ya que éste no es el único de sus cuentos que nos hace girar entre personajes, tal es el caso de La noche boca arriba donde el personaje se ve envuelto en un sueño extraño, pero que no se sabe cuál es real, ya que ambos son contados con majestuosa dedicación. Un motociclista tiene un accidente evitando atropellar a una mujer y es llevado a un hospital donde es anestesiado para ser operado, de la anestesia inicia un sueño en el que es un indio corriendo por un pantano, escapando de la “guerra florida” pero es atrapado y llevado al teocali para ser sacrificado. El principal detalle de ambas historias, entrelazadas por los abrir y cerrar de ojos de nuestro personaje, se basa en la presencia de olores: “Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores” y “Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego” (tomadas de La noche boca arriba de Julio Cortázar). En este caso, la metaficción viene a través del sueño de nuestro personaje sin nombre, a quien además le resulta sumamente complicado descubrir la realidad de la ficción que lo atormenta.

Es sorprendente la capacidad de este autor de jugar con nuestra visión de la realidad, recordándonos que la ficción no está tan alejada de nuestro mundo y que a cada paso que damos, estamos más cerca de entrar en un círculo infinito con nuestra contraparte real.

2007-11-19 - Sobre nuestro atraso evolutivo

Cuando la ciencia y la sociedad van por caminos diferentes, la primera debe imponerse para la supervivencia de los individuos que la conforman. ¿Qué mejor ejemplo de una sociedad descarriada que la actual? Las religiones, drogas, vicios y placeres mundanos nos han llevado lejos de nuestro mundo perfecto. El principal defecto de nuestra comunidad es la búsqueda de igualdad de los sectores minoritarios, mestizos, contaminados y enfermos que ha llevado a nuestros recatados habitantes a compartir sus privilegios con aquellos no aptos.

Al mezclarnos cada día con estos sangre sucia hemos incrementado exponencialmente nuestros defectos, tales como enfermedades congénitas y la disminución del coeficiente intelectual, que afectan enormemente el desempeño de ciertos individuos dentro del engranaje que mueve la humanidad. Al retirar estos individuos y adecuar los restantes, daremos un paso al frente de la evolución, tal como lo plantea Aldous Huxley en Un mundo feliz, donde cada casta es seleccionada y educada según las necesidades del Estado. La ciencia se encarga de seleccionar y de crear aquellos individuos que hacen falta en las distintas áreas y durante su crecimiento son adiestrados no sólo para satisfacer las necesidades laborales, sino además para aceptarse tal como son, sin dejar en ellos esa sensación de vacío que la religión o el crecimiento excesivo de aquellos que nos rodean pueden dejar en nuestra alma.

Sin embargo, para que nosotros podamos alcanzar tal nivel evolutivo es necesario abandonar en primer lugar la religión, donde Marx acertaba al decir que “la religión es el opio de los pueblos”; dejar a un lado el sentimentalismo al ver a un anciano o un desvalido, el anciano ya ha pagado su tributo a la vida y al llegar a la edad en que no es más útil a la sociedad debe ser capaz de retirarse antes de dañar lo que hizo con su esfuerzo, mientras que el desvalido no ha podido ayudar a aquellos que lo rodeaban, simplemente ha traído tristezas, por lo que ambos deben ser apartados; la política debe ser dejada de lado, permitiendo que sólo un organismo se encargue de las decisiones en pro de la comunidad y que los ciudadanos se dediquen a disfrutar de estas libertades y de cumplir sus obligaciones; y, finalmente, que la ley sea dictada en base a la ciencia, la cual se fundamenta en la optimización de los procesos y el descubrimiento de nuevas vías de mejoramiento.

La ciencia tiene en su seno todos los mecanismos para permitirnos avanzar al próximo escalón evolutivo sin tener que preocuparnos por la moral y ética de las acciones; ya no sería necesario el uso de células madre para intentar curar el cáncer u otras enfermedades, simplemente podríamos crear un nuevo yo libre de estos defectos, hasta que nos acostumbremos a la idea de que nuestros hijos sean tocados por una mano bendita antes de nacer, para librarlos de estos males; no tendremos que estar pendientes de la contaminación ni de la extinción de especies animales ni vegetales; la inteligencia puede ser mejorada hasta copiar los estándares de nuestros grandes pensadores y científicos, incluso, pudiendo superarlos con creces; y como principal beneficio, la creación estará en manos humanas sin depender de entes superiores que rijan nuestros destinos.

2007-11-05 - Ensayo sobre la libertad de expresión

Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos,

sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier

otra forma de expresión y de hacer uso para ello de cualquier

medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura.

Artículo 57, Constitución de la República Bolivariana de Venezuela 1999.

La libertad de expresión corresponde a la capacidad individual de proclamar nuestros pensamientos sin restricciones de ningún tipo, siempre y cuando éstas no afecten al prójimo. Sin embargo, es propiedad de los gobiernos autocráticos cercenar la libertad de expresión de los individuos, junto con la constante censura y el desarrollo de la desinformación, de tal forma que aquellos individuos con pensamiento crítico se vean cada vez más vejados, restringidos en sus acciones y, casi en su totalidad, exterminados para no sembrar la semilla analítica que caracteriza a los letrados, periodistas y escritores.


En Cuba, por ejemplo, si se camina en las calles del principal municipio turístico de La Habana, el municipio Vedado, se verá una actividad política de poca envergadura, con no tan numerosos carteles y vallas como en la periferia y, sin embargo, con el pesar de que no puedes decir lo que piensas sólo por estar en ese lugar. La censura del pueblo cubano caló tan hondo en sus habitantes que no es necesario obligarlos a callarse, ya lo hacen por su propia voluntad.


No obstante, se puede decir, todavía, que en Venezuela no hemos permitido, al menos no todos, que se nos obligue a pensar o actuar siguiendo una bandera ideológica. Se ve cercano el día en que nuestros hermanos menores hayan olvidado que no es traición a la patria pensar distinto al presidente, y decirlo; que no es delito repartir volantes con la agenda de las protestas o filosofando sobre las palabras del Libertador; que todos, por igual, tenemos el mismo derecho de caminar por las aceras o pasar frente a Miraflores, que Los Próceres no es territorio chavista y que en Baruta no sólo vive el alcalde. Aún así, seguimos esperando que este milagro ocurra y que mañana todavía tengamos vida para continuar estas líneas.

2007-10-24 - Sobre el psicoanálisis

Gran parte de los conceptos asociados a la psicología, especialmente al psicoanálisis, se mantiene activos en la psique humana como es el caso de los arquetipos Jungianos, la dualidad Eros/Tánatos (sumamente importantes en la publicidad y mercadeo), los complejos de Edipo y Electra entre otros tantos. Pero a pesar de los esfuerzos realizados por el psicoanálisis para conceptualizar la mente humana, hay un grupo de personas fuera de lo común y que tienen una mezcla entre don y castigo para desarrollar el arte, bien sean pintores, escultores, poetas, ensayistas o músicos, por mencionar algunas artes.

La capacidad de lograr que la arcilla muestre en su color la belleza de una dama o sea un nuevo implemento para el hogar, que las letras formen palabras con mayor peso que su propio significado, que los colores le den vida a los ojos de un niño o que el perro en la esquina muestre su hermoso pelaje, no la tiene cualquiera. Mas aquellos con esta habilidad deben además cargar el peso de su talento, no sólo como un peso moral o público si no como un peso psicológico, asociado en parte a la fama y al mundo, pero principalmente al compromiso consigo mismo de brindarse de forma honesta al arte. En los escritores conjuntamente tienen la posibilidad de dar a conocer al público un mundo nuevo, lo que hace que se desarrolle en ellos un dualismo entre ellos y sus personajes, lo que está relacionado en sus bases con los arquetipos Jungianos (la máscara, el héroe y el ánima, por mencionar algunos).

La apertura del alma para la salida de los personajes arquetípicos nacidos en el cuerpo de los escritores permite el flujo de mayor número de sentimientos no asociados a la creación del actor sino a la vida personal y los recuerdos del autor, lo cual deriva en múltiples ocasiones en catarsis para él o en otro paso para acercarse a la locura. No es extraño que los grandes artistas hayan tenido una infancia difícil o una juventud golpeada por las vicisitudes, que hayan tenido contacto con estupefacientes o psicólogos para tratar sus dolencias internas, y que al final no hayan podido ver el día feliz del retorno[1].

Sin embargo, gracias a ese vaivén de emociones es que las obras trascienden y transgreden los paradigmas y se hacen inmortales, ellas junto a sus creadores.



[1] Homero. La odisea. Canto I. Traducción: José Alsina.

2007-10-15 - Ensayo sobre la Lectura (basado en el texto Sobre la lectura, de Marcel Proust)

Desde nuestra infancia, la literatura ha servido de conexión con un mundo inmaterial al que sólo tenemos acceso a través de la lectura. Este vínculo con la memoria colectiva nos permite conocer desde leyendas y mitos de todas las civilizaciones hasta los pensamientos recónditos de asesinos y otros truhanes. Al iniciar las primeras palabras de un libro, nos vamos transportando a los paisajes que nos relatan hasta estar lado a lado con los protagonistas, cuyas historias, dudas, sensaciones y miedos se hacen uno con los nuestros, hasta sentirlos casi dentro de nosotros. Es por esto que las obras de algunos autores marcan un antes y después en nuestras vidas.

En mi vida he sentido una fascinación, casi enfermiza, por la historia detrás de la Segunda Guerra Mundial, quizás porque mi padre sufrió tanto por ella o porque su historia remueve un conjunto de sentimientos de ira, tristeza y decepción de la raza humana y su capacidad de autodestrucción. La vida de Adolf Hitler y su subida al poder, su vida privada y su muerte ha hechizado a múltiples exponentes de todas las artes, haciendo de su memoria el centro de múltiples películas y libros. En particular he leído dos obras que permanecen en mí como recuerdo de lo que debemos luchar por superar y ejemplo a seguir, en el caso de las historias de los sobrevivientes. La primera se titula Sin nombre (y le viene muy bien su título, ya que no he encontrado más referencias de su existencia que el dueño del mismo) y corresponde a la relato de una sobreviviente quien, con su familia, sufrió las vicisitudes de Auschwitz. En ella, te cuenta minuto a minuto sus acciones, dejaciones y los maltratos sufridos y cómo fueron capaces de soportarlo algunos, mientras que otros se quebraban tarde o temprano.

La segunda, Los niños de Hitler de Guido Knopp, explica el desarrollo y fin de las Juventudes Hitlerianas y cómo fueron seducidos por ideales de pureza, autonomía y poder, dándoles las herramientas para convertir niños de 10 años en carne de cañón de una guerra sin el menor sentido de humanidad. Pero la prueba del temple en este texto es el capítulo sobre el fin de la guerra, porque no sólo muestra la decepción de miles de soldados ante la consabida pérdida, si no la fe ciega de miles de niños que nacieron bajo ese régimen y cuya vida se basaba en tener la oportunidad de decir Heil Hitler frente a su máximo líder, luego de cumplir alguna misión.

A través de estas lecturas, me trasladé a la infancia de mi padre, abuelos y tíos, a la infancia de millones que no sólo vivieron la Segunda Guerra Mundial como víctimas judías, si no como aquellos cegados por la esperanza de surgir, de limpiar su vida y de darle un sentido a la lucha. Como si continuar la lucha no fuera una misión suicida si no un culto a un Dios humano, su líder.

2007-10-03 - Ensayo sobre la Justicia (basado en el texto La nula importancia de llamarse Josefina)

Justicia[1]

(Del lat. iustitĭa).

1. f. Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.

2. f. Derecho, razón, equidad.

3. f. Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene.

4. f. Aquello que debe hacerse según derecho o razón. Pido justicia.

5. f. Pena o castigo público.

6. f. Poder judicial.

7. f. Rel. Atributo de Dios por el cual ordena todas las cosas en número, peso o medida. Ordinariamente se entiende por la divina disposición con que castiga o premia, según merece cada uno.

A raíz de lo discutido en clase, y tomando la opinión que me refiere el texto La nula importancia de llamarse Josefina, considero que la justicia es algo inmaterial, indefinido y relativo a la persona afectada. Si bien puede considerarse justa la actitud tomada por Georges Kassabji ante los doctores Enoch Morón y Jesús Berríos que atendieron a su esposa (y que, debido a su mala praxis, ésta murió poco más de un mes después). Puede considerarse sumamente injusto que, luego de años de lucha en los tribunales, éstos hayan quedado libres debido a tecnicismos legales y su reputación, intachable.

Pero más allá de las actitudes y nuestros deseos frenéticos de hallar un culpable (bien sea alguien o algo de poder superior al nuestro) de todo lo que ocurre en el mundo que nos rodea, es necesario tomarse un minuto para pensar con frialdad sobre el acto que estamos observando, en particular la muerte de Josefina de Kassabji afecta seriamente nuestra posición de espectadores, y ver el otro lado de la moneda. Revisando la documentación legal derivada del caso[2], [3] se observa que, desde el lugar de los médicos, el único error que los galenos cometieron fue el de desestimar la preocupación de la familia de la paciente, ya que se concluyó que la anestesia como tal no fue la causante de la muerte de Josefina, si no que la mielitis (producto de la lesión en la columna de la anestesia peridural aplicada) degeneró en meningitis bacterial, ocasionando el deceso. Conociendo este último hecho, no sólo considero justa la demanda realizada por la familia Kassabji a los médicos, si no que necesaria la remoción de su licencia por negligentes (más aún si es cierto uno de los comentarios publicados en el Blog de José Roberto Duque[4]).

Pasando a justicias más universales, necesitamos situarnos en el contexto social y cultural del hecho que pretendemos juzgar. Es importante recordar que no es posible impartir justicia a diestra y siniestra sin tomar en cuenta las instituciones encargadas de esto, pero sí coincidimos todos en que aquello que no es juzgado apropiadamente en la Tierra será juzgado, y castigado de ser necesario, en el Cielo. La justicia es nuestra última esperanza de que todo lo que nos ocurre en vida no será olvidado y seremos resarcidos por los castigos sufridos injustamente. Esto nos hace pensar que la justicia a la que recurrimos no existe más que en nuestra imaginación y que aquellos que hacen cumplir las leyes no imparten justicia, simplemente equidad en el trato de todos.



[1] Tomado de http://buscon.rae.es/draeI/

[2] http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scp/Agosto/0683-090801-C010192.htm

[3] http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scp/Noviembre/613-RC05-0058.htm

[4] http://guerranuestra.blogspot.com/2005/04/la-nula-importancia-de-llamarse.html