martes, 6 de mayo de 2008

2008-04-29 - Caja de Pandora

Desperté hoy y me di cuenta que la cama estaba vacía. David debió salir temprano y no quiso despertarme, pensé. Esperaré a que me avise que está en la oficina para hablarle. Y me di media vuelta para dormir un rato más, pero estar en cama sola no es muy agradable, por lo que me levanté y vi un sobre de envíos con una notita manuscrita por David que decía: vida, este paquete lo recibió la sra. Violeta y es para ti, te aviso cuando llegue a la oficina y hablamos, besos.

Abrí el sobre con mucho cuidado, ya que no tenía remitente, y me di cuenta que sólo había una pequeña caja dentro, con otra nota: Cierra los ojos y piensa, ¿qué le falta a tu vida? Con esa idea en mente, abre la caja.

¿Qué le falta a mi vida?, esta frase me acompañó por largo tiempo en el día. Dejé la caja a un lado y empecé a ordenar la habitación. Recuerdos empezaron a bombardear mis pensamientos: mi matrimonio, mi grado, mi defensa, la graduación de bachillerato. No, he concretado la mayoría de mis logros académicos. Es muy cierto que no somos millonarios, jejeje, pero no nos falta nada. ¿Qué puede faltarle a mi vida? Y en ese momento, me di cuenta que hace una semana se cumplieron 13 años de que mi papá se fuera. Claro, me falta mi papá. Recordé que la última vez que lo vi fue el 18 de abril de 1995 alrededor de las 8 de la noche, cuando me fui a dormir. Al despertar el 19, ya no estaba. Entonces, fui a abrir la caja recordando a Papá y dentro sólo encontré una fotografía, era aquella en la que él estaba en la entrada y me estaba cargando, cuando sólo tenía meses de nacida. Lo que hace que esa fotografía nunca se haya ido de mi recuerdo es la gran sonrisa debajo de su bigote.

Claro, Papá es lo que me ha hecho falta. Son trece años de ausencia, viejo, le dije. Y recordé el despertar del 19 de abril. Lejos de ser un día de alegría porque no tenía que ir al Colegio, descubrí que alguien había usurpado la identidad de Papá y que estaba aún en su cuerpo, pero sencillamente no era él. Esa sombra hizo cosas horribles, mientras Papá no estaba. No sé qué hizo con él, trece años después sigo sin saberlo. Aún con la fotografía en mis manos, con lágrimas en mis ojos y con el corazón como una pasita, busqué un portarretratos y coloqué esta fotografía de mi Papá, ése hombre fabuloso que me/nos dejó, sin explicación alguna y que fue tan maravilloso. Deseo que regrese, que me cuente qué hizo durante este tiempo, ¡que yo tengo tanto que decirle! Y pedir que vengue su nombre, ante esta sombra sin nombre, a la que ya no puedo llamar papá, cuyas acciones se encargaron de bloquear en mi mente los más preciados recuerdos de mi infancia: nuestras navidades, nuestros cumpleaños, nuestro spaghetti con anchoas el 1° de enero de cada año, mi brindis de año nuevo con la copita de medidas, mis escapadas a la cama de su cuarto y los constantes regaños para que fuera la mejor del curso. ¡No tienes idea cuánto te agradezco esos regaños ahora! Gracias a ellos, pude graduarme entre las mejores en el Colegio y ser la primera de mi promoción entre los químicos que nos graduamos. Gracias a ellos, mi espíritu competitivo me permitió alcanzar grandes cosas durante mis años de pregrado en la USB. Me habría encantado que vieras sus jardines, la biblioteca y los espacios abiertos.

Pero se que no va a pasar, por lo que dejo esa fotografía en su portarretrato y me seco las lágrimas. Tomo los libros y cuadernos, tomo estas líneas y ordeno el bolso. Todavía es temprano para ir a clase, así que descansaré un poco antes de salir. Me acuesto y comienzo a soñar. Sueño que tengo a David durmiendo a mi lado y que está sonando el despertador. Y es cuando, con un beso, David me dice que es tarde y que debemos desayunar rápido. Abro los ojos y veo nuestra foto, la del día de la firma del acta sobre el escritorio y me doy cuenta que soñé con Papá.

2008-04-22 - Ser o trascender

Para los seres humanos, el temor es una de las sensaciones más importantes, capaz de movernos interiormente hacia lo desconocido o hacernos cometer actos de los que nos consideraríamos incapaces en condiciones normales. Sin embargo, el temor nos acompaña a cada momento, aún sin percibirlo: miedo a ser asaltado, a las balas perdidas, los policías y los malandros; miedo al descrédito, la vergüenza y la humillación laboral; miedo a la soledad, a la pérdida de un familiar o mascota. El miedo es parte importante de nuestra vida, es motor de innumerables acciones. Sin embargo, el terror está asociado al miedo que nos inmoviliza, a aquellos fenómenos, hechos o personajes que no nos permiten racionalizar y por los que actuamos aún de modos más incomprensibles.

Pero, más allá de los insectos y las alturas, del cine y la música, de Freddy y Ella-la-araña, aquello que me hela la sangre y me embrutece es la posibilidad de que mi vida pase sin dejar huella. Sin trascender. Sin ser importante. Al decidir estudiar química, resolví que la fuerza que mueve mi espíritu es la necesidad de ser reconocida como partícipe del desarrollo científico de mi país. Durante mis años de carrera, me di cuenta que no sólo podía sobresalir a nivel académico si no a nivel “político” y participé en múltiples luchas estudiantiles, asociadas a problemas internos de la carrera y de la universidad. Al graduarme, sentí que me faltaba aún algo en mi espíritu y que está asociado al crecimiento de mi lado humanístico y que estoy desarrollando ahora. No obstante las metas y los logros alcanzados, el constante miedo a no ser reconocida fuera de mi círculo hace que me cargue de responsabilidades y actividades para conseguirlo.

Y ahora, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda enfrentarlo. – Se escucha una risa en mi interior –. ¿Para qué enfrentarlo si no me hace ningún daño? Al menos, no lo ha hecho hasta ahora. Pues, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda aprender a vivir con él, no dejar que me domine y acallarlo, dándole más material para eliminarlo de mí, reconociendo mi capacidad de lograr lo que me propongo. – JAJAJAJAJAJA! Cada día digo más ridiculeces – Pues, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda vivir con él y, sin que se de cuenta, ahogarlo cada noche, envenenarlo hasta asesinarlo y desterrar de mi todo aquello que me hace dudar de mi capacidad de conquistar el mundo científico.

jueves, 14 de febrero de 2008

2008-02-13 - Examen II de Literatura Latinoamericana I

2. ¿Por qué Octavio Paz afirma a partir de su lectura de sor Juana Inés de la Cruz, que “La acción de los astros, los elementos y los humores producía la simpatía universal” (p. 273 de “Concilio de Luceros”)?

En el siglo XVII, Nueva España se caracterizaba por ser una sociedad con una cultura docta y para doctos[1] donde principalmente la Iglesia y la Universidad eran las instituciones educativas, pero que en la corte se tenía un gran sentido de la irradiación estética y cultural1, lo que permitió que sor Juana Inés de la Cruz se paseara de forma cómoda por dos mundos, el cortesano y el religioso. En el ámbito religioso adquirió enormes conocimientos teológicos, pero que fueron siempre confrontados por su sentido crítico y – cabría incluso decir – científico ante el tono dogmático del saber; sin embargo, era en la corte donde podía desarrollar sus aptitudes escolásticas en la poesía que recitaba, como protegida de la Condesa de Paredes.

Entre las numerosas loas, romances y décimas dedicadas a los virreyes, miembros de la corte y otros asuntos, se encuentra la Loa a los años del rey (V), dedicada al cumpleaños del rey Carlos II,


Pues dejando la excepción
que, por privilegio raro,
le dio Dios al Albedrío,
para que obrase espontáneo
(cuyo siempre libre obrar
para elegir, bueno o malo,
no lo fuerzan los influjos,
aunque pueden inclinarlo),
lo demás todo os compete,
que influencias combinando,
a unos exaltáis felices,
a otros hacéis desdichados.[2]

En este fragmento se observa la mezcla de las dos líneas de pensamiento de la época, por un lado se encuentra la condición cortesana de sor Juana al aceptar la influencia de los planetas en los acontecimientos y la psicología humana3 así como la teoría de los humores de Hipócrates, que se extendió hasta los albores de la Edad Moderna; mientras que el uso del libre albedrío refleja la presencia de la Iglesia dentro del marco barroco. Aún cuando la conjunción de ambos elementos – lo pagano y lo religioso – pueda resultar extraño, Octavio Paz explica el porqué de su sentido cuando en el capítulo titulado Concilio de luceros de la obra Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe dice:

La Iglesia estaba en contra, no de la astrología sino de un determinismo astral absoluto que negaba al libre albedrío (…). En el fondo, el problema al que se enfrentaba la Iglesia no era muy distinto al que ha desvelado a todos los hombres desde que comenzaron a reflexionar sobre su extraño destino terrestre: la libertad y la predestinación.[3]

Pero resulta interesante la construcción de la frase en el texto de Octavio Paz al hacer referencia al poema dedicado a Carlos II: “La acción de los astros, los elementos y los humores producía la simpatía universal”, y es el uso de la palabra simpatía lo que marca esta particularidad. Más adelante en Concilio de Luceros, el autor refiere que los estoicos definían simpatía como la fuerza que ataba al mundo e impedía la dispersión de sus elementos3, sin embargo puede entenderse como el halo de vida o consentimiento universal3 sobre la vida de Carlos II, dada por (los) Dios(es) – es importante marcar esta diferencia ya que, a pesar de que los dioses olímpicos griegos son mencionados en el poema como parte de la asamblea donde se corroboran las virtudes del rey, la preponderancia de la religión católica en la época no permite el culto de otro Dios salvo el cristiano – en las cualidades de Carlos II.

Es por esto que en “La acción de los astros, los elementos y los humores producía la simpatía universal” se conjugan múltiples factores que hacen que su interpretación pueda leerse de la siguiente forma: que en Carlos II – lo pagano y lo religioso – todo se había conjugado para dar al rey los principales beneficios de sus mundos, colmándolo de bendiciones y favoreciendo sus aptitudes como buen regente, donde hasta Dios y el Universo habían metido su mano en pro de él.

3. Establezca relaciones entre los escritos “Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga” de Simón Rodríguez y “Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile” de Andrés Bello.

El siglo XVIII fue la cuna de dos de los poetas, letrados y pensadores más importantes latinoamericanos, Simón Rodríguez y Andrés Bello, envueltos y educados en el período de la Ilustración y en los albores del Romanticismo alemán, son germen de textos de gran importancia en la educación hispanoamericana. Simón Rodríguez como maestro del Libertador Simón Bolívar y Andrés Bello como fundador y rector de la Universidad de Chile, dieron para sus pupilos no sólo sus conocimientos e ideales, si no el empuje de la pasión hacia el desarrollo científico e intelectual del pueblo a través de la educación.

En los textos propuestos Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga de Simón Rodríguez y Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile de Andrés Bello se muestra esta pasión por la educación que ambos compartían, aunque con sus rasgos particulares. En el caso de Simón Rodríguez, la educación inicial es fundamental para la formación de individuos útiles a la sociedad,

Si en la Primera Escuela

se enseñara a Raciocinar

habría menos EMBROLLONES en la Sociedad[4]

mientras que Andrés Bello además incluye la educación superior – universitaria – para la constitución de los mismos.

Si la propagación del saber es una de sus condiciones más importantes, porque sin ella las letras no harían más que ofrecer unos pocos puntos luminosos en medio de densas tinieblas (…). En esta propagación del saber, las academias, las universidades, forman otros tantos depósitos, adonde tienden constantemente a acumularse todas las adquisiciones científicas; y de estos centros es de donde se derraman más fácilmente por las diferentes clases de la sociedad.[5]

De ambas visiones deriva la necesidad de maestros – como se diría en la actualidad – socialmente responsables, no sólo con los conocimientos necesarios para educar a la prole, si no con los valores y la moral necesaria para impartir cualidades éticas y espirituales que permitan mantener a la sociedad dentro de los límites de la civilización.

Empiécese el Edificio Social, por lo CIMIENTOS!

no por el TECHO… como aconsejan los MAS:

los Niños son las PIEDRAS.[6]

Además, Rodríguez llama a la construcción de la sociedad a través de la educación de los infantes, para mejorar con cada generación, las costumbres y desterrar las perjudiciales:

Si los hombres fueran ETERNOS,

(como TODOS lo quisieran… y Yo el primero)

sus costumbres serían invariables.

PERO,

UNOS MUEREN y OTROS NACEN,

y los que NACEN no traen COSTUMBRES.

Empiécese, con ellos, a hacer UNAS, DIFERENTES…

de las que dominaban a sus Abuelos,

y las que dominan a sus Padres.[7]

Más aún, Bello llama al gobierno a formar parte de esta construcción de una nueva sociedad cada vez ilustrada – por las letras y la ciencia – sin el menoscabo de una sobre la otra:

(…) bajo los auspicios del gobierno, bajo la influencia de la libertad, espíritu vital de las instituciones chilenas, me es lícito esperar que el caudal precioso de la ciencia y talento de que ya está en posesión la universidad se aumentará, se difundirá velozmente, en beneficio de la religión, de la moral, de la libertad misma y de los intereses materiales.[8]

Finalmente, más allá del uso de la palabra como medio de transporte de las ideas propias – tal como hace Bello con su discurso – Rodríguez transgrede las convenciones con su logografía, haciendo del papel un lienzo donde las palabras no sólo reflejan su significado allí plasmadas sino mediante la estructura en la hoja y el uso de mayúsculas y consonantes le da mayor fuerza al discurso. Para ambos, el uso de las palabras y – más aún – de los textos impresos permiten llegar con mayor claridad al público al que van dirigidos, los estudiantes. Ellos hacen de la educación integral – tanto básica como superior – más llevadera y asequible por los pupilos y útil a la sociedad que forman.


[1] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 68.

[2] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 273.

[3] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 272.

[4] Simón Rodríguez. Sociedades Americanas. Biblioteca Ayacucho. 270.

[5] Andrés Bello. Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile (1843). 29.

[6] Simón Rodríguez. Sociedades Americanas. Biblioteca Ayacucho. 276.

[7] Simón Rodríguez. Sociedades Americanas. Biblioteca Ayacucho. 277.

[8] Andrés Bello. Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile (1843). 24.

2008-02-11 - Seva, o la mitificación de un pasado inexistente.

Seva, de Luis López Nieves, es el medio que consiguió el autor de reivindicar de la historia de Puerto Rico, a través de la reescritura de la invasión de los Estados Unidos en 1898 y dándole una esperanza a un pueblo sumido en la tristeza de saberse pasivos ante los estos hechos, que tanto marcaron el futuro de su tierra y de su gente. La invención de un héroe real – un hombre con nombre y apellido, de trabajo respetable como historiador de una universidad puertorriqueña reconocida y con un deseo entrañable de liberar a sus paisanos de la tiranía de la ignorancia de su propia memoria – capaz de traspasar obstáculos para encontrar la verdad, la verdadera historia escondida por los gobiernos americano y puertorriqueño durante un siglo. La consagración de un hombre para sacar de la oscuridad un oscuro fragmento de la vida americana. Aún conociendo que Seva de Luis López Nieves es un cuento, lo relata con el lujo de detalle de un conocedor, como si fuera un día de su vida en el que decide salvar al dr. Víctor Cabañas, este héroe en las sombras, de los infames americanos, incapaces de mantener oculto del mundo por más tiempo este enorme secreto. De este modo, Seva se vuelve el grito de libertad, algo tardío, pero que redime a Puerto Rico en la historia mundial. Seva vive! pasaría a ser la consigna de un pueblo enardecido por la restitución de su pasado y que le permitirá no continuar con el ritmo decadente y débil ante las adversidades.

No obstante, ni el dr. Víctor Cabañas ni Seva forman parte real del pasado puertorriqueño – al menos, no como un capítulo escondido en los libros de historia, sólo presente en el diario del general Miles que guarda su nieta –, pero para el pueblo que leyó el relato son más héroes que sus propios próceres. ¿Por qué? ¿acaso la labor de los últimos no fue importante, vital? No, no es eso, es que las hazañas del dr. Cabañas les permitió ver nuevamente a su pueblo con ojos vivificados. Es por esto que los héroes no descansan en paz, que su vida debe ser recordada a diario para demostrarnos la existencia de conciudadanos valientes.

Para todos los seres humanos, la necesidad de idolatrar individuos para darle sentido a su vida nos ha llevado a los confines de la ceguera, siendo éste el caso del fanatismo religioso, político/histórico o tecnológico de nuestros pueblos. Para citar algunos ejemplos tenemos, en lo religioso, a los musulmanes, protestantes, árabes y judíos, que han hecho hasta lo imposible por mantener y expandir sus creencias en el mundo antiguo y moderno, por vía de la revolución de las ideas o de las armas. Para el fanatismo político/histórico sólo es necesario mencionar algunos nombres: Benito Mussolini, Adolf Hitler, Mao Tse Tung, Gustav Marx, Ivan Ilich Lenin, Friederich Nietzche, Osama Bin Laden, George W. Bush, Simón Bolívar, Ernesto “Che” Guevara, José Martí, Hugo Chávez, Francisco Franco, Fidel Castro… y la lista se hace cada día más numerosa.

Y, en la actualidad, el fanatismo tecnológico nos está llevando a la consumación de nuestros sueños más recónditos, convertirnos nosotros mismos en los objetos de idolatría: el empleo de los aparatos electrónicos más modernos – sobretodo primero que nuestros compañeros –, uso de armas bélicas cada vez más poderosas – que logran generar el pánico de nuestros adversarios –, computadoras más potentes que nos permitan acceder de forma ilegal en la información de otros – dándonos el mayor poder, los secretos – e investigaciones cada vez menos éticas, más vanguardistas que nos equiparen con Dios. De este modo, a pesar de no ser héroes épicos como Aquiles u Odiseo, pasamos a formar parte del culto momentáneo que permite el ritmo de vida actual.

Concentrándonos en uno de los personajes mencionados anteriormente, como es el caso de Ernesto “Che” Guevara, la mitificación de la figura ha llegado a nuestro pueblo por la vía menos ortodoxa, las palabras del presidente – con vía ortodoxa me refiero a investigaciones históricas, libros, reportajes o medios audiovisuales “veraces” –, y se ha convertido junto a los próceres venezolanos, en parte de nuestro ideario de personalidades, de los fantasmas que están día a día en la vida política venezolana y cuyos rasgos vergonzosos han sido cuidadosamente removidos de la luz del conocimiento público con la misión de deificarlos cada vez con más fuerza. Es fácil preguntarse, ¿cuál es el fin postrero de este hecho? Al igual que Seva se convirtió en la voz de los puertorriqueños desesperados por una nueva historia, nuestras deidades pasan a ser los mártires que nos permiten disfrutar las “libertades” que gozamos y por las que debemos continuar “luchando” mano a mano con la revolución que estamos viviendo.

Las hazañas de hombres excepcionales – mártires, próceres o letrados – nos permiten valorar nuestra historia y la escala de ritos e ídolos que cada día van cambiando en nuestra cultura. Al enfrentar cada uno de ellos, es necesario rendirles el culto correspondiente para así mantenerlos en sus límites y agradecerles sus acciones, ya que ellas nos permiten avanzar en el mundo.

2008-02-01 - Gerardo Leiva y su encuentro con la sombra.

Pasamos los primeros veinte años de nuestra vida

decidiendo qué partes de nosotros mismos debemos meter

en el saco y el resto lo ocupamos tratando de vaciarlo

Robert Bly

Advertencia: A raíz de la lectura del libro Encuentro con la sombra: El poder del lado oculto de la naturaleza humana editado por Connie Zweig y Jeremiah Abrams, mi sombra ha solicitado participar en el desarrollo de este ensayo. Su participación, aún cuando ha sido controlada, puede resultar un poco ofensiva a los lectores ecuánimes. Mis disculpas por esto.

Alicia.

Nosotros los seres humanos, a diferencia de gran número de nuestros primos animales, somos definidos como seres sociales, capaces de vivir en grupos, de establecer relaciones interpersonales y que, además, éstas pasan a ser parte importante de nuestro desarrollo psicológico. La posibilidad de comunicarnos de forma hablada y escrita, de plasmar nuestras ideas, sentimientos y sensaciones en medios que permitan su transmisión y permanencia más allá de la tradición oral y el aumento en al dimensión de nuestro universo interno gracias al contacto con estas artes o a nuestras propias vivencias nos hacen increíblemente diferentes de los demás seres vivos que habitan el planeta. Pero es justamente esto lo que hace que, al establecernos como sociedad, debamos demarcar normas, principios y leyes para facilitar la convivencia armónica de todos los miembros de la comunidad.

Estos mandamientos, tales como los impuestos por la Iglesia, son inculcados a los niños casi desde su nacimiento, tal como dice Shakira en su canción Pies descalzos:

Saludar al vecino, acostarse a una hora, trabajar cada día (para vivir bien la vida), contestar sólo aquello y sentir sólo esto y que Dios nos ampare de malos pensamientos.

Cumplir con las tareas, asistir al colegio, qué diría la familia si eres un fracasado, ponte siempre zapatos, no hagas ruido en la mesa, usar medias veladas y corbata en la fiestas.

Las mujeres siempre se casan antes de los 30 o se quedarán a vestir santos (aunque así no lo quieran), y en la fiesta de 15 es mejor no olvidar una fina champaña y bailar bien el vals.

Una vez enumerado en mayor medida las exigencias de la sociedad para pertenecer como un miembro distinguido de ésta, se puede comprender por qué cada día es necesario ir agregando a nuestro saco aquellos rasgos contrarios a los requerimientos sociales. Sin embargo, el fragmento de la sociedad donde creció y se educó Gerardo Leiva, su madre y hermanos se encontraba muy alejado de estas convenciones sociales y, en vez de exigir el uso de corbata en las fiestas, la vida le obligaba a mantenerse a la fuerza en el camino, donde sólo pasa el más fuerte y el más imbécil. Estos fueron los caminos que eligieron, respectivamente, Gerardo y su hermano menor, Santiago. En el caso de Gerardo, su saco[1] empezó a formarse en una comunidad cercana al mundo animal, donde la gente no vive, sobrevive, y que quienes permanecen allí por largo tiempo, como su caso, terminan muertos o como repartidores de muerte. Aunque toda regla tiene su excepción, Santiago, el hermano menor de Gerardo, se encargó de vivir en las mismas condiciones y de seguir de largo gracias a su imbecilidad - ¿podríamos llamarlo de este modo? Imbecilidad… Sería mejor decirle estupidez, pero no permanecería resonante en nuestra mente -.

Mientras Gerardo se encargaba de desterrar de su yo todo lo bueno y educado, para ir convirtiéndose poco a poco en un ente desprotegido, fácilmente dominable por la sombra, Santiago vivía protegido del mal que lo rodeaba. Hasta que su estupidez – esta vez debería ir en mayúsculas… pero cabe preguntarse, ¿acaso el estúpido no fue Gerardo al sabotearse el futuro? – obligó a Gerardo a salvar el honor de su casa matando al borracho que molestaba a su madre – mala decisión, Gerardo… permitir que la sombra te tomara momentáneamente –. En este momento crucial, donde su vida y la de aquellos que lo rodeaban dio un giro de 180°, Gerardo es enviado a la cárcel a pagar sus crímenes – pagar sus crímenes, suena incluso moralista… como si así pudiera alcanzar la redención – y vio truncado así su futuro como pugilista – ¿pugilista?, ¿acaso Gerardo no había luchado toda su vida para ser el peor de los malandros de su zona?... “su futuro como pugilista”, casi podríamos decir que la jugada del destino no fue enviarlo a prisión, si no enamorarlo y convencerlo que podría dejar de ser la escoria que él mismo se había trazado como destino –.

Para Gerardo la cárcel fue la incubadora de su sombra, donde ésta comenzó a crecer y a aprender de su derredor cómo sobrevivir sin ser exterminada junto al hombre que le da vida. Al salir de la cárcel, el destino decide jugarle sucio nuevamente, convenciendo a Santiago que debía rendir culto a su hermano convirtiéndose a sí mismo en el peleador que Gerardo no pudo llegar a ser. De este modo, su sombra concibió la necesidad que tenía la vida de pagarle una indemnización por los daños sufridos y que el deudor era el propio Santiago – ¿y qué mejor modo de cobrarlo que destruyéndolo? Sería el pago perfecto, después de que Santiago había derrumbado su sueño de redimirse con el mundo –. Tal como dice el propio Gerardo:

“No quiero que fracase, por eso debo parar esa carrera hacia nada que está emprendiendo el muchacho”. Pero muy dentro comenzaba a hervir – al principio sin querer reconocerlo; luego se me iba a revelar con toda la amargura – otra fuerza, una voz imperiosa que me ordenaba detenerlo[2]

Mientras la vida de Gerardo va avanzando, en este caos mental entre los dictámenes de la sombra y la voz de la cordura de su madre – y de cualquiera lúcido sin ese camión de odio persiguiéndolo –, y la carrera de Santiago va ascendiendo, la sombra toma, una vez más, el control de las decisiones de Gerardo:

(…) un veloz recorrido mental a los sucesos del día me hizo dar con un valiosísimo descubrimiento. Había un hijo de puta a quien tuve que haber matado esa tarde, y no lo hice (…). Entonces comenzaron a encenderse luces y a sonar campanas. ¿No será una buena idea utilizar a Santiago para que hiciera por mí el trabajo de la destrucción, primero dentro, y luego fuera del ring? ¿No sonaba misterioso, tan extraño como genial, el repentino dictado de esa voz oscura, ese dictado que clamaba: utiliza a Santiago como un arma? ¿No estaba claro que eso era el preámbulo de la fase más ambiciosa de mi plan, aquella que quedaba resumida con sólo completar la frase: utiliza a Santiago como un arma contra sí mismo?[3]

A medida que se suceden las horas, los días y los meses, Gerardo se va adentrando mucho más en la pobre psique de Santiago, dominándolo por el sentimiento de culpa tan grande que éste siente por las desgracias de su hermano, su ídolo. Con cada pelea, cada comentario y recomendación, Gerardo va consumando el plan de su sombra: Santiago comienza a pagar poco a poco la letra de cambio de vida que firmó sin saberlo. Hasta que, en el último minuto, cuando ya no era necesario continuar fingiendo y el daño estaba por consumarse, la sombra de Gerardo muestra su temido rostro:

Santiago, desconcertado quizá por tanto aire libre, tornó a distraerse con los objetos y sucesos más insignificantes como la inmovilidad de una luz roja, y con sucesos más complicados como unas faldas cortas, ante las cuales no dudaba en soltar su risita boba. Lo hice caminar un rato por varias calles en busca de un sitio lo bastante solitario para fabricarle un epílogo adecuado a todo aquello. ¿Cómo lo haría? ¿Quizá con una piedra directa en medio de la cabeza? ¿Tal vez un empujón al pasar un camión? ¿Una zancadilla al llegar a algún precipicio o a una azotea lo bastante alta? La experiencia misma daría las instrucciones. (…) Sin quererlo (…) nos mezclamos con los curiosos y la gente que trabajaba (…) Santiago se vio especialmente atraído por el tigre, un tigre de Bengala. Junto a su jaula se quedó extasiado, ausente. Entonces, por última vez, surgió desde el fondo mi sabia voz oscura, la que brotaba de adentro: tal vez no era necesario acudir a ninguna violencia, tal vez bastaba con simularla. (…) El tigre espantó unas moscas con un movimiento de sus orejas. A Santiago ya no había mosca sobre la tierra que lo hiciera reaccionar. Regresé, sólo y sin deudas por cobrar (…)

Es aquí la última aparición de la sombra, cuando ya la deuda de Santiago ha sido solventada. Cuando ya la vida ha pagado con la sangre de otro, las heridas infringidas, sentidas o imaginadas. La sombra de Gerardo nunca fue tan profunda y reprimida con aquellas que reconocemos en la literatura, Mr. Hyde o Fausto por mencionar sólo dos, pero es más real entonces, no es producto de la imaginación del autor al hacer referencia a lo que puede sucedernos de continuar una vida excelsa ocultando nuestras debilidades, si no del hecho mismo de la liberación – aunque lenta en este caso – de la sombra. Todos nosotros, vivimos bajo el estudio constante del microscopio de la sociedad y sus normas y esto se convierte en el detonante de la salida cada vez más violenta de la sombra, que de ser escapes más frecuentes y menos ominosos serían beneficiosos para la completitud de nuestra personalidad, tal como expresa C. Jung cuando dice que preferiría ser un individuo completo antes que una persona buena[4].

La sombra es, simplemente, todo lo que hemos ido rechazando en el curso del desarrollo de nuestra personalidad por no ajustarse al “ego ideal”[5] y que, para Gerardo, simplemente se convirtió en el espíritu que lo acompañó para mantenerlo lúcido y con la misión de salvar sus deudas con el mundo. Es por esto que, al despedirse en la carta a Carlos, dice:

Obsérvalo con atención pero no lo compadezcas, ignora su cantar porque no es de este mundo; no escuches su canción desesperada ni llores su destino. Pero por una vez en la vida hazle honor y justicia. Apláudelo larga, tierna, calurosamente, hasta hacerle recordar y sentir en la piel a las multitudes que lo adoraron; celebra con él y dale mil felicitaciones, pues finalmente ha cumplido su más alta penitencia: pagarle una vieja deuda a quien sí pudo haber sido – aún lo creo – el más poderoso de los truenos[6]



[1] Zweig, C. y Abrams, J. Encuentro con la sombra. Pág. 19.

[2] Duque, J. R. No escuches su canción de trueno. Comala.com. 2000. Pág. 39.

[3] Duque, J. R. No escuches su canción de trueno. Comala.com. 2000. Pág. 99.

[4] Zweig, C. y Abrams, J. Encuentro con la sombra. Pág. 24.

[5] Zweig, C. y Abrams, J. Encuentro con la sombra. Pág. 25.

[6] Duque, J. R. No escuches su canción de trueno. Comala.com. 2000. Pág. 223.

lunes, 10 de diciembre de 2007

2007-11-28 - Análisis de Mateo 19, 14 de Miguel Gomes y su relación con otros textos

Dejan a esos niños vengan a mí y no le impidan que vengan

a mi, porque el Reino de los Cielos es de los que se asemejan a los niños

Mateo 19, 14.


Los cuentos cortos son recursos literarios empleados por muchos escritores para desarrollos “incompletos” de historias, pero con suficiente información para la imaginación del lector. En el caso de Mateo 19, 14 de Miguel Gomes, la historia queda inconclusa para el personaje principal quien es atacado por niños y huye como un animal despavorido, trepando un árbol y manteniéndose allí a salvo, por los momentos; queda entonces de parte del lector imaginarse qué le ocurrirá luego a este actor, y dependiendo de su conciencia, éste será o no alcanzado por los niños y devorados por ellos o si tendrá un final alternativo.


La historia se inicia con la frase “Los niños”1 haciendo entonces referencia tanto al pasaje bíblico como a los hechos que han de suceder. Si bien los textos no entonan ni pronuncian sus palabras directamente, si no a través del lector que lo disfruta, esta frase deja en mi un tono de complicidad respecto a lo que sucederá, como si al decirla supiera de lo que son capaces y no quisiera advertir a esta víctima de la pureza infantil de lo que pueden hacerle. En ese momento se nota que la ingenuidad no es la característica de estos infantes, mas lo es del adulto que tratando de hacer una buena acción es atacado en respuesta. El reflejo de esta simplicidad en la obra viene dado por la frase: “con toda la violencia que no cabía esperar en ellos”[1], lo que demuestra la falta de conciencia del adulto, que en su afán de conocer todo lo que lo rodea, ha dejado de lado el conocimiento de aquellos que lo acompañan, dejando a un lado las posibilidades de entenderse a sí mismo antes que al mundo en su derredor.


Es esta simpleza la que convierte a este personaje en Penteo, el rey de Tebas de la tragedia Las bacantes de Eurípides, quien luego de clamar que el culto a Dioniso era una afrenta a Grecia es castigado por el dios a través de su madre, quien en estado dionisíaco junto a las demás mujeres tebanas derriban el árbol en que se encuentra y a fuerza de golpes y zarpazos le arranca la cabeza Ágave, su madre. La principal semejanza entre Penteo y nuestro personaje es que no consideraban como peligrosos los seres considerados socialmente como débiles, las mujeres y los niños.


Sería muy atrevido asegurar que, tal como hizo Penteo, nuestro personaje se atrevió a blasfemar ante algún dios menor, sin embargo, cabe la sospecha de que las hecatombes que les rindiera a los niños no fueron suficientes y por esto él fue atacado de forma tan brutal. Podemos verlo como el heladero que pasea normalmente los domingos por las calles de los pueblos ofreciendo helados, el cual no ofrece nada a los niños, salvo en esta única ocasión.

También la historia nos muestra semejanzas con el final de El perfume de Patrick Süskind, donde Jean-Baptiste Grenouille es devorado por una multitud hambrienta del deseo de perfección que emanaba el perfume. En el caso de nuestro personaje, la multitud de niños enardecidos quiere comérselo, despedazarlo, como si al hacer eso, eliminaran del mundo esa ingenuidad, esa simplicidad de espíritu. En ese momento los niños están desahogando la frustración de generaciones ante los adultos, el fracaso al tratar de hacerse entender, de lograr que éstos entiendan el motivo de sus juegos y la necesidad de los mismos, que participen en ellos al mismo nivel de los infantes y no como los adultos que son, recuperando esa percepción más simple del mundo.

Esta multitud de niños son el reflejo del contacto directo del hombre con su lado animal, ya que no han sido moldeados por la sociedad aún. Tal como dice Siun Tseu, “la naturaleza humana es mala y lo que hay de bueno en ella es elaborado”[2], por lo que estos infantes que no han tenido educación no han podido desarrollar en sí mismos los conceptos éticos y morales necesarios para la creación de una conciencia que les permita distinguir entre lo “bueno” y lo “malo” y que les forme en cuanto a los valores que no poseen.

Similar a la reacción de cualquier persona ante una jauría de perros rabiosos o ante una estampida de animales salvajes, nuestro personaje sintió miedo, un miedo profundo que lo movió a escalar el primer árbol en su camino:

El grupo, cada vez mayor, cada vez más incontrolable y enardecido, infundió en mí tal terror que acabé emprendiendo la huida.

No supe cómo, pero en pocos minutos lograron acorralarme. Sin otra escapatoria posible, subí apresuradamente a uno de los árboles que encontré, en mi camino. Demasiado enfurecidos, los niños no lograban alcanzarme.1

Pero el mayor motivo de pánico corresponde al constante intento de atacarlo, desde el piso:

El silencio habría sido total si no se dejara escuchar, persistente, hostil, el chasquido escalofriante de sus dientes.1


Como un perro intentando atacar a un gato en un árbol, lanzado dentelladas al aire, tratando de alcanzar el trozo de carne fresca, tratando de devorar a su rival natural. Recordamos entonces lo mencionado anteriormente sobre la incapacidad de los mayores de comprender el lenguaje infantil de los juegos y acciones, más allá de la visión adulta y moderna que poseen; es bajo esta visión que se vuelven en los rivales de los niños, ya que son éstos las víctimas de los constantes ataques y castigos, de la falta de permiso y reprimenda por las acciones.

En último lugar queda, luego de una nueva lectura, se refuerza la visión animal de los infantes, junto con la desesperanza de los mayores ante la fuerza de los niños defendiendo su posición, como si fuera la venganza final por todas las veces en que fueron castigados sin sentido, obligados a estudiar y apartados de los juegos, para que sufra en carne propia la tristeza y el miedo de que la fuerza bruta imparte, sintiendo vivamente los escarmientos recibidos anteriormente, cuando eres enviado a tu cuarto sin derecho a nada o eres vapuleado, sabiendo que no cometiste la falta. Esta vez, la reprimenda sí tiene motivo: sancionar años de acciones injustificadas, escudando así los excesos.


[1] Miguel Gomes. Visión memorable (1980-1985). Fundarte. Pág.: 18.

[2] http://www.ugr.es/~eirene/eirene/eirene12cap2.pdf

miércoles, 28 de noviembre de 2007

2007-11-28 - Examen I de Literatura Latinoamericana I

2. ¿Qué caracteriza o define al “canto kechwa”? Intente una definición reflexiva o argumentativa.

Los cantos kechwa presentados por José María Arguedas en Canto kechwa son veintiún canciones recogidas en la sierra, tanto de su conocimiento como de otros músicos serranos, y traducidas por él, aunque no son una traducción literal si no, mas bien “versiones poéticas”1.

La principal característica del canto kechwa es lo hondo de los sentimientos presentados, sobre todo al reflejar la tristeza que los embarga, por ser un pueblo oprimido social, política y económicamente. El quechua como lengua permite expresar lo más hondo de los mestizos, con una cercanía que el español no les ha permitido desarrollar aún, tal como lo expresa el mismo Arguedas en el Prólogo de Canto kechwa:

Los que hablamos este idioma sabemos que el kechwa supera al castellano en la expresión de algunos sentimientos que son lo más característico del corazón indígena: la ternura, el cariño, el amor a la naturaleza.

El kechwa logra expresar todas las emociones con igual o mayor intensidad que el castellano. Los mismos principales, despreciadores del indio, cuando sienten una gran emoción dejan el castellano para hablar en kechwa, y en ese rato se desahogan con más violencia, como quien habla con sus propias palabras.[1]

Además de esto, los cantos kechwas presentados, según el propio Arguedas:

…demostrar que el indio sabe expresar sus sentimientos en lenguaje poético; demostrar su capacidad de creación artística y hacer ver que lo que el pueblo crea para su propia expresión, es arte esencial.1

Los cantos kechwas son la muestra de la capacidad artística de los indígenas peruanos, tanto a nivel musical como poético, representando a través de su lengua la naturaleza que los rodea y las vivencias de los indios y mestizos. El quechua que se presenta en la obra, tal como lo indica el propio autor, ha sido “enriquecido con palabras castellanas”1, haciéndolo más mestizo y fuerte, a la vez. Además, la selección presentada refleja los sentimientos de opresión que sienten los indígenas que cantan los waynos, ya que el dolor y el pesar que sienten es muchísimo más fuerte ya que la sensibilidad de ellos se vio muy atacada por los españoles en la conquista y durante la colonia. Sin embargo, el que se haya mantenido su lengua y cultura, aún un poco disuelta por la cultura europea que la rodeaba, muestra la fuerza y coraje de los serranos y mestizos que conforman la indiada de la que constantemente habla Arguedas en sus textos.



[1] José María Arguedas. “Prólogo a Canto kechwa” en Suplementos Anthropos, volumen 31, página 28.

4. Elabore una noción del barroco literario teniendo en cuenta el ensayo de Octavio Paz “Una literatura trasplantada” (en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe), los fragmentos ofrecidos en clase y los libros citados en ese mismo material.

El barroco es un estilo artístico caracterizado por la “falta de reglas”[1], su “desmesura” y “extravagancia”, que influenció la escultura, pintura y literatura de las naciones europeas donde la Iglesia Católica tenía bases sólidas en el período de la Reforma durante los siglos XVI y XVII, y fue utilizada por ella como medio propagandístico en su favor. El barroco llega a América a través de España durante la Colonia y es donde tiene un mayor auge artístico.

La literatura castellana viajó en el siglo XVI; trasplantada a tierras americanas, su arraigo fue lento y difícil. El proceso de adaptación de la literatura castellana en México y Perú fue diferente al del resto de América. No me refiero únicamente a la celeridad con que los virreinatos de Nueva España y Perú se convirtieron en sociedades ricas y complejas con centros urbanos de primera magnitud como México y Lima, sino a la existencia previa, en ambos países, de altas civilizaciones.[2]

La literatura barroca americana tiene como modelo a los grandes escritores españoles del siglo XVI, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Góngora y Calderón de la Barca; pero son los mestizos americanos los que logran exaltar al barroco fundiendo no sólo las formas irregulares del estilo, si no incluyendo la naturaleza, historia, sociedad y vida las metrópolis coloniales, logrando una escritura excelsa, adornada y se convierte en “la estética de la extrañeza”3:

Su meta era asombrar y extrañar, por eso recogía todos los extremos (…). En este amor por la extrañeza están tanto el secreto de la afinidad del barroco con la sensibilidad criolla como la razón de su fecundidad estética. Para la sensibilidad barroca el mundo americano era maravilloso no solamente por su geología desmesurada, su fauna fantástica y su flora delirante sino por sus costumbres e instituciones peregrinas de sus antiguas civilizaciones (…). Respiraban con naturalidad en el mundo de la extrañeza porque ellos mismos eran y se sabían seres extraños.[3]

Pero el barroco literario no aparece en América en el siglo XVI para desaparecer posteriormente sin dejar rastro, al contrario, encuentra en los escritores americanos tierra fértil para evolucionar también. Ya en el siglo XX, con el advenimiento de la vanguardia, comenzaron las comparaciones entre el Romanticismo y el Barroco y, más importante aún, entre la Vanguardia y el Barroco.

La coincidencia entre la poética barroca y la vanguardista no procede de una influencia de la primera sobre la segunda sino de una afinidad que opera tanto en la esfera intelectual como en el orden de la sensibilidad. El poeta barroco quiere asombrar y maravillar (…). El poeta barroco quiere descubrir las relaciones secretas entre las cosas (…). Estos parecidos resultan aún más extraños si se piensa que el barroco y la vanguardia tienen orígenes muy distintos: uno viene del manierismo y la otra desciende del romanticismo.[4]

Por lo tanto, el barroco literario es la suma de corrientes diversas convirtiéndose en un estilo único de gran importancia para los escritores latinoamericanos. Conjuga las diferencias personales, sociales y de naturaleza de los individuos con la magnanimidad de los recursos naturales que los rodean y el espíritu diferente de los nacidos en esta tierra para crear un estilo literario permanente, al que recurren otros para complementarse y nutrirse.



[1] Arnold Hauser. Historia social de la literatura y el arte. Madrid, Ediciones Guadarrama, 1969.

[2] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 70.

[3] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 85, 86.

[4] Octavio Paz. Sor Juana Inés o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982; 79.