martes, 6 de mayo de 2008

2008-04-22 - Ser o trascender

Para los seres humanos, el temor es una de las sensaciones más importantes, capaz de movernos interiormente hacia lo desconocido o hacernos cometer actos de los que nos consideraríamos incapaces en condiciones normales. Sin embargo, el temor nos acompaña a cada momento, aún sin percibirlo: miedo a ser asaltado, a las balas perdidas, los policías y los malandros; miedo al descrédito, la vergüenza y la humillación laboral; miedo a la soledad, a la pérdida de un familiar o mascota. El miedo es parte importante de nuestra vida, es motor de innumerables acciones. Sin embargo, el terror está asociado al miedo que nos inmoviliza, a aquellos fenómenos, hechos o personajes que no nos permiten racionalizar y por los que actuamos aún de modos más incomprensibles.

Pero, más allá de los insectos y las alturas, del cine y la música, de Freddy y Ella-la-araña, aquello que me hela la sangre y me embrutece es la posibilidad de que mi vida pase sin dejar huella. Sin trascender. Sin ser importante. Al decidir estudiar química, resolví que la fuerza que mueve mi espíritu es la necesidad de ser reconocida como partícipe del desarrollo científico de mi país. Durante mis años de carrera, me di cuenta que no sólo podía sobresalir a nivel académico si no a nivel “político” y participé en múltiples luchas estudiantiles, asociadas a problemas internos de la carrera y de la universidad. Al graduarme, sentí que me faltaba aún algo en mi espíritu y que está asociado al crecimiento de mi lado humanístico y que estoy desarrollando ahora. No obstante las metas y los logros alcanzados, el constante miedo a no ser reconocida fuera de mi círculo hace que me cargue de responsabilidades y actividades para conseguirlo.

Y ahora, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda enfrentarlo. – Se escucha una risa en mi interior –. ¿Para qué enfrentarlo si no me hace ningún daño? Al menos, no lo ha hecho hasta ahora. Pues, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda aprender a vivir con él, no dejar que me domine y acallarlo, dándole más material para eliminarlo de mí, reconociendo mi capacidad de lograr lo que me propongo. – JAJAJAJAJAJA! Cada día digo más ridiculeces – Pues, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda vivir con él y, sin que se de cuenta, ahogarlo cada noche, envenenarlo hasta asesinarlo y desterrar de mi todo aquello que me hace dudar de mi capacidad de conquistar el mundo científico.

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