martes, 6 de mayo de 2008

2008-04-29 - Caja de Pandora

Desperté hoy y me di cuenta que la cama estaba vacía. David debió salir temprano y no quiso despertarme, pensé. Esperaré a que me avise que está en la oficina para hablarle. Y me di media vuelta para dormir un rato más, pero estar en cama sola no es muy agradable, por lo que me levanté y vi un sobre de envíos con una notita manuscrita por David que decía: vida, este paquete lo recibió la sra. Violeta y es para ti, te aviso cuando llegue a la oficina y hablamos, besos.

Abrí el sobre con mucho cuidado, ya que no tenía remitente, y me di cuenta que sólo había una pequeña caja dentro, con otra nota: Cierra los ojos y piensa, ¿qué le falta a tu vida? Con esa idea en mente, abre la caja.

¿Qué le falta a mi vida?, esta frase me acompañó por largo tiempo en el día. Dejé la caja a un lado y empecé a ordenar la habitación. Recuerdos empezaron a bombardear mis pensamientos: mi matrimonio, mi grado, mi defensa, la graduación de bachillerato. No, he concretado la mayoría de mis logros académicos. Es muy cierto que no somos millonarios, jejeje, pero no nos falta nada. ¿Qué puede faltarle a mi vida? Y en ese momento, me di cuenta que hace una semana se cumplieron 13 años de que mi papá se fuera. Claro, me falta mi papá. Recordé que la última vez que lo vi fue el 18 de abril de 1995 alrededor de las 8 de la noche, cuando me fui a dormir. Al despertar el 19, ya no estaba. Entonces, fui a abrir la caja recordando a Papá y dentro sólo encontré una fotografía, era aquella en la que él estaba en la entrada y me estaba cargando, cuando sólo tenía meses de nacida. Lo que hace que esa fotografía nunca se haya ido de mi recuerdo es la gran sonrisa debajo de su bigote.

Claro, Papá es lo que me ha hecho falta. Son trece años de ausencia, viejo, le dije. Y recordé el despertar del 19 de abril. Lejos de ser un día de alegría porque no tenía que ir al Colegio, descubrí que alguien había usurpado la identidad de Papá y que estaba aún en su cuerpo, pero sencillamente no era él. Esa sombra hizo cosas horribles, mientras Papá no estaba. No sé qué hizo con él, trece años después sigo sin saberlo. Aún con la fotografía en mis manos, con lágrimas en mis ojos y con el corazón como una pasita, busqué un portarretratos y coloqué esta fotografía de mi Papá, ése hombre fabuloso que me/nos dejó, sin explicación alguna y que fue tan maravilloso. Deseo que regrese, que me cuente qué hizo durante este tiempo, ¡que yo tengo tanto que decirle! Y pedir que vengue su nombre, ante esta sombra sin nombre, a la que ya no puedo llamar papá, cuyas acciones se encargaron de bloquear en mi mente los más preciados recuerdos de mi infancia: nuestras navidades, nuestros cumpleaños, nuestro spaghetti con anchoas el 1° de enero de cada año, mi brindis de año nuevo con la copita de medidas, mis escapadas a la cama de su cuarto y los constantes regaños para que fuera la mejor del curso. ¡No tienes idea cuánto te agradezco esos regaños ahora! Gracias a ellos, pude graduarme entre las mejores en el Colegio y ser la primera de mi promoción entre los químicos que nos graduamos. Gracias a ellos, mi espíritu competitivo me permitió alcanzar grandes cosas durante mis años de pregrado en la USB. Me habría encantado que vieras sus jardines, la biblioteca y los espacios abiertos.

Pero se que no va a pasar, por lo que dejo esa fotografía en su portarretrato y me seco las lágrimas. Tomo los libros y cuadernos, tomo estas líneas y ordeno el bolso. Todavía es temprano para ir a clase, así que descansaré un poco antes de salir. Me acuesto y comienzo a soñar. Sueño que tengo a David durmiendo a mi lado y que está sonando el despertador. Y es cuando, con un beso, David me dice que es tarde y que debemos desayunar rápido. Abro los ojos y veo nuestra foto, la del día de la firma del acta sobre el escritorio y me doy cuenta que soñé con Papá.

2008-04-22 - Ser o trascender

Para los seres humanos, el temor es una de las sensaciones más importantes, capaz de movernos interiormente hacia lo desconocido o hacernos cometer actos de los que nos consideraríamos incapaces en condiciones normales. Sin embargo, el temor nos acompaña a cada momento, aún sin percibirlo: miedo a ser asaltado, a las balas perdidas, los policías y los malandros; miedo al descrédito, la vergüenza y la humillación laboral; miedo a la soledad, a la pérdida de un familiar o mascota. El miedo es parte importante de nuestra vida, es motor de innumerables acciones. Sin embargo, el terror está asociado al miedo que nos inmoviliza, a aquellos fenómenos, hechos o personajes que no nos permiten racionalizar y por los que actuamos aún de modos más incomprensibles.

Pero, más allá de los insectos y las alturas, del cine y la música, de Freddy y Ella-la-araña, aquello que me hela la sangre y me embrutece es la posibilidad de que mi vida pase sin dejar huella. Sin trascender. Sin ser importante. Al decidir estudiar química, resolví que la fuerza que mueve mi espíritu es la necesidad de ser reconocida como partícipe del desarrollo científico de mi país. Durante mis años de carrera, me di cuenta que no sólo podía sobresalir a nivel académico si no a nivel “político” y participé en múltiples luchas estudiantiles, asociadas a problemas internos de la carrera y de la universidad. Al graduarme, sentí que me faltaba aún algo en mi espíritu y que está asociado al crecimiento de mi lado humanístico y que estoy desarrollando ahora. No obstante las metas y los logros alcanzados, el constante miedo a no ser reconocida fuera de mi círculo hace que me cargue de responsabilidades y actividades para conseguirlo.

Y ahora, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda enfrentarlo. – Se escucha una risa en mi interior –. ¿Para qué enfrentarlo si no me hace ningún daño? Al menos, no lo ha hecho hasta ahora. Pues, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda aprender a vivir con él, no dejar que me domine y acallarlo, dándole más material para eliminarlo de mí, reconociendo mi capacidad de lograr lo que me propongo. – JAJAJAJAJAJA! Cada día digo más ridiculeces – Pues, una vez reconocido mi mayor temor, sólo me queda vivir con él y, sin que se de cuenta, ahogarlo cada noche, envenenarlo hasta asesinarlo y desterrar de mi todo aquello que me hace dudar de mi capacidad de conquistar el mundo científico.