jueves, 14 de febrero de 2008

2008-02-11 - Seva, o la mitificación de un pasado inexistente.

Seva, de Luis López Nieves, es el medio que consiguió el autor de reivindicar de la historia de Puerto Rico, a través de la reescritura de la invasión de los Estados Unidos en 1898 y dándole una esperanza a un pueblo sumido en la tristeza de saberse pasivos ante los estos hechos, que tanto marcaron el futuro de su tierra y de su gente. La invención de un héroe real – un hombre con nombre y apellido, de trabajo respetable como historiador de una universidad puertorriqueña reconocida y con un deseo entrañable de liberar a sus paisanos de la tiranía de la ignorancia de su propia memoria – capaz de traspasar obstáculos para encontrar la verdad, la verdadera historia escondida por los gobiernos americano y puertorriqueño durante un siglo. La consagración de un hombre para sacar de la oscuridad un oscuro fragmento de la vida americana. Aún conociendo que Seva de Luis López Nieves es un cuento, lo relata con el lujo de detalle de un conocedor, como si fuera un día de su vida en el que decide salvar al dr. Víctor Cabañas, este héroe en las sombras, de los infames americanos, incapaces de mantener oculto del mundo por más tiempo este enorme secreto. De este modo, Seva se vuelve el grito de libertad, algo tardío, pero que redime a Puerto Rico en la historia mundial. Seva vive! pasaría a ser la consigna de un pueblo enardecido por la restitución de su pasado y que le permitirá no continuar con el ritmo decadente y débil ante las adversidades.

No obstante, ni el dr. Víctor Cabañas ni Seva forman parte real del pasado puertorriqueño – al menos, no como un capítulo escondido en los libros de historia, sólo presente en el diario del general Miles que guarda su nieta –, pero para el pueblo que leyó el relato son más héroes que sus propios próceres. ¿Por qué? ¿acaso la labor de los últimos no fue importante, vital? No, no es eso, es que las hazañas del dr. Cabañas les permitió ver nuevamente a su pueblo con ojos vivificados. Es por esto que los héroes no descansan en paz, que su vida debe ser recordada a diario para demostrarnos la existencia de conciudadanos valientes.

Para todos los seres humanos, la necesidad de idolatrar individuos para darle sentido a su vida nos ha llevado a los confines de la ceguera, siendo éste el caso del fanatismo religioso, político/histórico o tecnológico de nuestros pueblos. Para citar algunos ejemplos tenemos, en lo religioso, a los musulmanes, protestantes, árabes y judíos, que han hecho hasta lo imposible por mantener y expandir sus creencias en el mundo antiguo y moderno, por vía de la revolución de las ideas o de las armas. Para el fanatismo político/histórico sólo es necesario mencionar algunos nombres: Benito Mussolini, Adolf Hitler, Mao Tse Tung, Gustav Marx, Ivan Ilich Lenin, Friederich Nietzche, Osama Bin Laden, George W. Bush, Simón Bolívar, Ernesto “Che” Guevara, José Martí, Hugo Chávez, Francisco Franco, Fidel Castro… y la lista se hace cada día más numerosa.

Y, en la actualidad, el fanatismo tecnológico nos está llevando a la consumación de nuestros sueños más recónditos, convertirnos nosotros mismos en los objetos de idolatría: el empleo de los aparatos electrónicos más modernos – sobretodo primero que nuestros compañeros –, uso de armas bélicas cada vez más poderosas – que logran generar el pánico de nuestros adversarios –, computadoras más potentes que nos permitan acceder de forma ilegal en la información de otros – dándonos el mayor poder, los secretos – e investigaciones cada vez menos éticas, más vanguardistas que nos equiparen con Dios. De este modo, a pesar de no ser héroes épicos como Aquiles u Odiseo, pasamos a formar parte del culto momentáneo que permite el ritmo de vida actual.

Concentrándonos en uno de los personajes mencionados anteriormente, como es el caso de Ernesto “Che” Guevara, la mitificación de la figura ha llegado a nuestro pueblo por la vía menos ortodoxa, las palabras del presidente – con vía ortodoxa me refiero a investigaciones históricas, libros, reportajes o medios audiovisuales “veraces” –, y se ha convertido junto a los próceres venezolanos, en parte de nuestro ideario de personalidades, de los fantasmas que están día a día en la vida política venezolana y cuyos rasgos vergonzosos han sido cuidadosamente removidos de la luz del conocimiento público con la misión de deificarlos cada vez con más fuerza. Es fácil preguntarse, ¿cuál es el fin postrero de este hecho? Al igual que Seva se convirtió en la voz de los puertorriqueños desesperados por una nueva historia, nuestras deidades pasan a ser los mártires que nos permiten disfrutar las “libertades” que gozamos y por las que debemos continuar “luchando” mano a mano con la revolución que estamos viviendo.

Las hazañas de hombres excepcionales – mártires, próceres o letrados – nos permiten valorar nuestra historia y la escala de ritos e ídolos que cada día van cambiando en nuestra cultura. Al enfrentar cada uno de ellos, es necesario rendirles el culto correspondiente para así mantenerlos en sus límites y agradecerles sus acciones, ya que ellas nos permiten avanzar en el mundo.

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