sábado, 24 de noviembre de 2007

2007-10-24 - Sobre el psicoanálisis

Gran parte de los conceptos asociados a la psicología, especialmente al psicoanálisis, se mantiene activos en la psique humana como es el caso de los arquetipos Jungianos, la dualidad Eros/Tánatos (sumamente importantes en la publicidad y mercadeo), los complejos de Edipo y Electra entre otros tantos. Pero a pesar de los esfuerzos realizados por el psicoanálisis para conceptualizar la mente humana, hay un grupo de personas fuera de lo común y que tienen una mezcla entre don y castigo para desarrollar el arte, bien sean pintores, escultores, poetas, ensayistas o músicos, por mencionar algunas artes.

La capacidad de lograr que la arcilla muestre en su color la belleza de una dama o sea un nuevo implemento para el hogar, que las letras formen palabras con mayor peso que su propio significado, que los colores le den vida a los ojos de un niño o que el perro en la esquina muestre su hermoso pelaje, no la tiene cualquiera. Mas aquellos con esta habilidad deben además cargar el peso de su talento, no sólo como un peso moral o público si no como un peso psicológico, asociado en parte a la fama y al mundo, pero principalmente al compromiso consigo mismo de brindarse de forma honesta al arte. En los escritores conjuntamente tienen la posibilidad de dar a conocer al público un mundo nuevo, lo que hace que se desarrolle en ellos un dualismo entre ellos y sus personajes, lo que está relacionado en sus bases con los arquetipos Jungianos (la máscara, el héroe y el ánima, por mencionar algunos).

La apertura del alma para la salida de los personajes arquetípicos nacidos en el cuerpo de los escritores permite el flujo de mayor número de sentimientos no asociados a la creación del actor sino a la vida personal y los recuerdos del autor, lo cual deriva en múltiples ocasiones en catarsis para él o en otro paso para acercarse a la locura. No es extraño que los grandes artistas hayan tenido una infancia difícil o una juventud golpeada por las vicisitudes, que hayan tenido contacto con estupefacientes o psicólogos para tratar sus dolencias internas, y que al final no hayan podido ver el día feliz del retorno[1].

Sin embargo, gracias a ese vaivén de emociones es que las obras trascienden y transgreden los paradigmas y se hacen inmortales, ellas junto a sus creadores.



[1] Homero. La odisea. Canto I. Traducción: José Alsina.

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