sábado, 24 de noviembre de 2007

2007-11-21 - La belleza de la realidad, o ¿la realidad de la belleza?

La belleza es un concepto antiquísimo que se basa en la sublimación de los sentidos, sin detallar sobre los cánones de belleza de cada persona, cada uno de nosotros puede ver algo hermoso hasta en el peor hecho de violencia o en la flor más deforme, hay incluso quienes prefieren una mascota con cierto defecto por considerarlos de igual forma hermosa. Desde entonces, sobretodo durante el período greco-latino y el Renacimiento, el arte se ha dedicado a plasmar el mundo que lo rodea a través de los ojos del artista, bien sea en una pintura, escultura o, en la actualidad, a través de los medios audiovisuales.

Sin embargo, qué es lo que nos causa placer? ¿La belleza de la realidad o a través del arte huimos de la realidad de la belleza? Si bien el mundo que nos rodea, sobretodo la naturaleza exótica que brinda nuestro país, está compuesto por maravillas vegetales, animales y geográficas, todas son relativas al ojo que las estudia. Un ejemplo evidente, ¿acaso la obra de Manuel Cabré es más hermosa que la imponente figura del Ávila ante nuestros ojos a diario? Nunca una obra puede sobrepasar la belleza del objeto real que es representado, salvo que los ojos que vean al mismo lo hagan con un detalle mayor o resaltando en ella aquello que exalta sus sentidos.

La mujer más hermosa no siempre es aquella con la mejor figura o la más inteligente, si no la que sabe jugar tanto con sus virtudes y sus defectos haciendo que exista una armonía entre todos y dándole al ojo espectador el deleite que éste espera, bien sea en el atuendo, en su modo de caminar, hablar o actuar. Es por esto que actualmente las mujeres que se han convertido en íconos de belleza no están en sus veintes si no ya sobrepasaron los cuarentas, tienen cuerpos fabulosos y manejan negocios como los mejores, tal es el caso de Demi Moore o Mónica Bellucci. ¿Cómo negar la belleza de un infante, no importa su raza o si tiene algún defecto físico? Sus ojos redondos, su sonrisa y esa mirada de descubrimiento a cada cosa que le aparece son de los rostros más hermosos que pueden verse.

Si bien la simetría favorece la armonía de lo visual, para muchos lo hermoso está en lo asimétrico, en lo distinto y lo raro; el “príncipe Negro”, por ejemplo, es a mi juicio una de las rosas más hermosas que hay, pero siempre es la rosa roja el símbolo de la belleza y la hermosura, para la mayoría. Es por esto que aquellos con gustos únicos deben su fascinación a aquellos similares, por encontrarlos hermosos ante sus estándares.

El David de Miguelángel es la muestra del cuerpo masculino perfecto y, sin embargo, el observar un hombre en su desnudez con los músculos marcados en su cuerpo, sin mayores detalles o cicatrices es simplemente un reflejo del gusto del observador, ya que cada uno encontrará la belleza en las partes del cuerpo que le brinden una mayor excitación a sus sentidos. Quizás su espalda, su mirada o su mentón sean los objetos del deseo que esta espectadora encuentra más hermosos en la anatomía masculina.

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